Cuando se llora por un error
No estoy acostumbrado a eso de llenar la almohada de mocos y fluidos lagrimales. Sí mal no recuerdo yo pude haber sido el niño más llorón que se plantara sobre la tierra y eso debió agotar mi reserva lagrimal destinada a , al menos, toda una vida de pendejadas históricas y errores garrafales o heridas de amor para ser gastadas. A mi me sobrecoge equivocarme... Me sobrecoge porque no estoy acostumbrado a ser el autor por excelencia, con todo y firma al pie de la página, de las lagrimas de otra persona. Me sobrecoge increíblemente porque no me gusta hacer sufrir a los que quiero, y menos, por pendejadas históricas de esas que cometo una vez al siglo. Me sobrecoge, en fin, porque el mierda, que yo recuerde, no suelo ser yo. Uno tiene que llorar en estos casos. Como humanos, como poetas, como simples artistas del deseo de vivir a plenitud tenemos que llorar ante estas situaciones. Babear la almohada, patalear el colchón, soñar con bonitos recuerdos. Son leyes eternas de la vida que yo y Mr...